martes, 29 de enero de 2013

OFICIO SIN SUEÑO, SOCIEDAD QUE EXPLOTA SU NIÑEZ


por: mario p. monterrroso g.  
suchitepéquez
     
Se vuelve común, es un semblante que observamos a diario, con una sonrisa triste, una voz con tono distinto, tan común, que ni se nota. Es una presencia que se vuelve parte del cuadro en los parques, en las calles, en las avenidas, en las cantinas, en las afueras de los comercios, en las entradas de los colegios… en toda nuestras ciudades y comunidades. Con sus narices y labios llenas de pegamento, con sus manos llenas de tinta y de pasta para abrillantar calzado, los niños lustradores están ahí, ofreciendo a todos: “¡Lustre, lustre, señor, un quetzal!”.

Quizá la actividad económica del lustre de calzado empezó en Guatemala como un simple un oficio pero lo cierto es que se ha transformado en una forma de explotación infantil, muchas veces impulsada desde la misma cabeza de familia. El pago por los servicios prestados es mísero. Pero, ¿de dónde vienen ellos? En el caso de Mazatenango, Suchitepéquez, fue posible establecer que varios proceden de diferentes departamentos, como Quetzaltenango, Chimaltenango, Quiché y Sololá; sobre todo de areas rurales y de familias que emigraron al sur del país para hacer trabajos de corte de caña y de albañilería y quienes decidieron quedarse a residir en la costa sur. Son expresiones del fenómeno de migración interna por la pobreza, son familias que viven asinadas en cuartos, con las peores condiciones, las elementales.

Manuel de Jesús Curuchiche, de 10 años y originario de Sacapulas, Quiché, dice que nunca ha ido a una escuela pública porque su papá “nunca tiene pisto” y su mamá, con dos maridos, debe cuidar a sus otros hermanitos. Menciona que no hay comida todos los días y que él tiene que trabajar y darle a su mamá todos los ingresos del día. Además, tiene gastos, su caja lustre se la alquila por Q100 semanales un señor al que nombra como “tecolote” y quien es su padrasto. Además, tiene que comprar los cepillos, las pastas de de color negro, neutral y rojo, así como la tinta para los zapatos. Sin embargo, apenas cobra un quetzal por lustre, porque si sube a dos ya no lo pagan.

Manuel lustra en una avenida de Mazatenango donde tienen sus oficinas dos licenciados que se ajustan estrictamente al pago de la cantidad convenida. A su corta edad, indica estar aburrido de la vida, pues ni quejarse puede. Si lo hace, su mamá le pega con un “chicote de caballo” que guardan donde el padrastro que le alquila las cajas a él y a otros amigos de su edad. Manuel comenta que en un día normal, si le va bien, percibe Q20 quetzales. Con la inocencia de su corta edad, comparte que sus amigos inhalan TIP TOP, (pegamento para tubo de bicicletas) o aveces compran con un quetzal el famoso trago llamado “Vaciado”, (un octavo de alcohol con agua), que a él no le gusta. También comenta que sus amigos le dicen que lo  tome, para estar contento. Pero Manuel sueña, ansía ser chofer de camioneta o de mototaxi (tuc-tuc) y comer pizza o Pollo campero cuando sea grande.

Las perspectivas de autoridades y expertos
El vicepresidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE) de la colonia Jardines de Mazate, Jacobo Mazariegos, opina que las actividades laborales que comúnmente ejercen las niñas y niños en el departamento son la venta ambulante dulces, la recolección de chatarra, el lustre de calzado, la limpieza de ventanas de autos en los cruces de las calles, el corte de caña en tiempo de zafra, la recolección de basura, el cuidado de otros menores, la venta de fruta y la fabricación de tortillas.

Según él, la existencia del Decreto 112-2006 no ha conllevado beneficios para la niñez trabajadora, pues “son niños que desarrollan actividad en el sector informal y no hay quien regule y supervise este sector. Estos niños no asisten a la escuela y muchas veces los mismos padres de familia los explotan, los obligan a desempeñar un trabajo que afecta su desarrollo normal, pues no cuentan con las condiciones requeridas para realizarlo con seguridad y gozar de tiempo para recrearse y compartir con otros niños de su edad”. En su opinión, las acciones que podrían ser realizadas para que la  niñez trabajadora de la comunidad o el barrio conozca el Decreto 112-2006 van desde “repartir trifoliares informativos que incluyan artículos esenciales del decreto, charlas informativas en centros educativos públicos y privados, así como visitas a hogares de padres de familia de niños trabajadores”.

LA PDH en Suchitepéquez indica no tener conocimiento de ninguna fuente de explotación y de casos de discriminación infantil, pero la Municipalidad de Mazatenango, Suchitepéquez, por medio del alcalde Roberto Lemús, indicó que hay proyectos orientados a beneficiar a niñas y niños. Por ejemplo, mencionó, realizan campañas de entrega de jugetes a las diferentes colonias de la ciudad y aldeas, así como actividades culturales de canto, como la de “MAZATE CANTA”, desarrollada en noviembre y diciembre pasados. Se trató de indagar sobre el tema también con los diputados por Suchitepéquez, pero sus representantes respondieron que habría que hacer una cita previo a una entrevista o enviar un correo electrónico. Este fue enviado, pero nunca tuvimos respuesta.

Independientemente de la actuación del Estado, Mario Noj, experto del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, –UNICEF–, opina que, en términos culturales es válido que niñas y niños aprendan un oficio que las y los beneficie en el futuro. Cosa distinta es, sin embargo, cuando éstos son explotados, sometidos a riesgos y les son violados derechos como a la educación, seguridad y recreación, por ejemplo.

Jaime Tecú, licenciado en Derecho, manifestó que, en términos legales no es posible este tipo de trabajo, según los convenios internacionales hay una extensión interpretativa para un trabajo con medidas de protección, que puede realizarse desde la edad de 15 años, siempre y cuando exista el apoyo de un adulto. En el caso específico de Manuel esto no procede por su corta edad y porque está siendo explotado laboralmente y corre riesgos al ser expuesto en las calles.

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