por: mario p. monterrroso g.
suchitepéquez
Se vuelve común, es un semblante que
observamos a diario, con una sonrisa triste, una voz con tono distinto,
tan común, que ni se nota. Es una presencia que se vuelve parte del cuadro en
los parques, en las calles, en las avenidas, en las cantinas, en las afueras de
los comercios, en las entradas de los colegios… en toda nuestras ciudades y
comunidades. Con sus narices y labios llenas de pegamento, con sus manos llenas
de tinta y de pasta para abrillantar calzado, los niños lustradores están ahí,
ofreciendo a todos: “¡Lustre, lustre, señor, un quetzal!”.
Quizá la actividad económica del lustre
de calzado empezó en Guatemala como un simple un oficio pero lo cierto es que
se ha transformado en una forma de explotación infantil, muchas veces impulsada
desde la misma cabeza de familia. El pago por los servicios prestados es
mísero. Pero, ¿de dónde vienen ellos? En el caso de Mazatenango, Suchitepéquez,
fue posible establecer que varios proceden de diferentes departamentos, como
Quetzaltenango, Chimaltenango, Quiché y Sololá; sobre todo de areas
rurales y de familias que emigraron al sur del país para hacer trabajos de
corte de caña y de albañilería y quienes decidieron quedarse a residir en la
costa sur. Son expresiones del fenómeno de migración interna por la pobreza,
son familias que viven asinadas en cuartos, con las peores condiciones, las
elementales.
Manuel de Jesús Curuchiche, de 10 años y
originario de Sacapulas, Quiché, dice que nunca ha ido a una escuela
pública porque su papá “nunca tiene
pisto” y su mamá, con dos maridos, debe cuidar a sus otros hermanitos.
Menciona que no hay comida todos los días y que él tiene que trabajar y darle a
su mamá todos los ingresos del día. Además, tiene gastos, su caja lustre se la
alquila por Q100 semanales un señor al que nombra como “tecolote” y quien es su padrasto. Además, tiene que comprar los
cepillos, las pastas de de color negro, neutral y rojo, así como la tinta para
los zapatos. Sin embargo, apenas cobra un quetzal por lustre, porque si sube a
dos ya no lo pagan.
Manuel lustra en una avenida de
Mazatenango donde tienen sus oficinas dos licenciados que se ajustan
estrictamente al pago de la cantidad convenida. A su corta edad, indica estar
aburrido de la vida, pues ni quejarse puede. Si lo hace, su mamá le pega con un
“chicote de caballo” que guardan
donde el padrastro que le alquila las cajas a él y a otros amigos de su edad.
Manuel comenta que en un día normal, si le va bien, percibe Q20 quetzales. Con
la inocencia de su corta edad, comparte que sus amigos inhalan TIP TOP, (pegamento para tubo de
bicicletas) o aveces compran con un quetzal el famoso trago llamado “Vaciado”, (un octavo de alcohol con
agua), que a él no le gusta. También comenta que sus amigos le dicen que
lo tome, para estar contento. Pero
Manuel sueña, ansía ser chofer de camioneta o de mototaxi (tuc-tuc) y comer
pizza o Pollo campero cuando sea grande.
Las perspectivas de autoridades y expertos
El vicepresidente del Consejo
Comunitario de Desarrollo (COCODE) de la colonia Jardines de Mazate, Jacobo
Mazariegos, opina que las actividades laborales que comúnmente ejercen las
niñas y niños en el departamento son la venta ambulante dulces, la recolección de chatarra, el lustre de calzado, la limpieza de
ventanas de autos en los cruces de las calles, el corte de caña en tiempo de
zafra, la recolección de basura, el cuidado de otros menores, la venta de fruta
y la fabricación de tortillas.
Según él, la
existencia del Decreto 112-2006 no ha conllevado beneficios para la niñez trabajadora,
pues “son niños que desarrollan
actividad en el sector informal y no hay quien regule y supervise este sector.
Estos niños no asisten a la escuela y muchas veces los mismos padres de familia
los explotan, los obligan a desempeñar un trabajo que afecta su desarrollo
normal, pues no cuentan con las condiciones requeridas para realizarlo con
seguridad y gozar de tiempo para recrearse y compartir con otros niños de su
edad”. En su opinión, las acciones que podrían ser realizadas para que
la niñez trabajadora de la comunidad o el barrio conozca el Decreto
112-2006 van desde “repartir
trifoliares informativos que incluyan artículos esenciales del decreto, charlas
informativas en centros educativos públicos y privados, así como visitas a
hogares de padres de familia de niños trabajadores”.
LA PDH en Suchitepéquez indica no tener
conocimiento de ninguna fuente de explotación y de casos de discriminación
infantil, pero la Municipalidad de Mazatenango, Suchitepéquez, por medio del alcalde
Roberto Lemús, indicó que hay proyectos orientados a beneficiar a niñas y
niños. Por ejemplo, mencionó, realizan campañas de entrega de jugetes a las
diferentes colonias de la ciudad y aldeas, así como actividades culturales de
canto, como la de “MAZATE CANTA”, desarrollada en noviembre y diciembre pasados.
Se trató de indagar sobre el tema también con los diputados por Suchitepéquez,
pero sus representantes respondieron que habría que hacer una cita previo a una
entrevista o enviar un correo electrónico. Este fue enviado, pero nunca tuvimos
respuesta.
Independientemente
de la actuación del Estado, Mario Noj, experto
del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, –UNICEF–, opina que, en
términos culturales es válido que niñas y niños aprendan un oficio que las y
los beneficie en el futuro. Cosa distinta es, sin embargo, cuando éstos
son explotados, sometidos a riesgos y les son violados derechos como a la
educación, seguridad y recreación, por ejemplo.
Jaime Tecú, licenciado en Derecho, manifestó
que, en términos legales no es posible este tipo de trabajo, según los
convenios internacionales hay una extensión interpretativa para un trabajo
con medidas de protección, que puede realizarse desde la edad de 15 años,
siempre y cuando exista el apoyo de un adulto. En el caso específico de
Manuel esto no procede por su corta edad y porque está siendo explotado
laboralmente y corre riesgos al ser expuesto en las calles.
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